
La fotografía corresponde a la página 107 de la edición Obra poética de Rosalía de Castro que El País sacó hace unos años dentro de la colección Clásicos Españoles. Como ves, los versos del poema no aparecen numerados. Tradicionalmente sí se han numerado los versos: de cinco en cinco: 5-10-15-20. Algunas editoriales ponían la numeración antes del verso, otras después.
Esta numeración podía referenciarse de manera cómoda, rápida y unívoca para referirse a unos versos en concreto. De esta manera, en una clase sobre literatura, una lectura lírica o una conversación interesante todos podían saber de qué fragmento del texto se estaba hablando exactamente. La numeración de los versos hace el texto más versátil, facilita que se trabaje con él, se ayuda al lector activo, se aporta información adicional.
Sin embargo, muchas editoriales (como El País en esta colección) en las últimas décadas no se han molestado en numerar los versos. Se han sumado al carro lírico tirado por los poetas, que eliminaron elementos que no fuesen propiamente el texto poético: signos de puntuación (por ejemplo, en los poemas de Benedetti no suelen aparecer ningún punto o coma), títulos, divisiones en párrafos…
En mi opinión, la eliminación de la numeración de los versos atiende más a pereza editorial que a una posición estética o lírica. Numerar versos es laborioso, propenso a cometer errores tontos que obligan a retocar y revisar el resto de números. No solo hay que revisar los números en sí: si en las notas a pie de página o en la introducción o explicación del texto se hacen referencias numéricas a los versos, habrá que revisarlas y reajustarlas a la nueva numeración. Un trabajo escurridizo que si no se hace con cuidado (y a veces también cuando sí que se hace con cuidado) se convierte en la piedra de Sísifo.
El lector de poesía no suele ser pasivo, no cruza el texto de manera superficial; lo recorre, lo paladea, lo acaricia y lo palpa. Esa intensa relación con el texto es la que justifica el esfuerzo y el trabajo extra por parte del editor.
Personalmente utilizo este criterio cuando voy a comprar un poemario. La falta de la numeración representa la poca importancia que ese texto tiene para el editor y la pereza con la que se ha preparado.